Bajamos a la calle en ascensor sin darnos cuenta de la incongruencia de su nombre actual, pero es que antes los ascensores subían a la gente pero bajaban vacíos.
Entramos en una cafetería a comer un plato combinado sin dudar de que nos lo servirán en un lugar en el que por su nombre sólo cabría esperar que nos sirvieran un café.
Llamamos correo al correo electrónico sin pensar que ese nombre le viene del mensajero que "corría" para llevar los mensajes de su emisor a su destinatario.
Y es que las palabras recorren un largo camino en el tiempo y a veces el referente se pierde y la palabra permanece.
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