05 marzo, 2012

A vueltas con el género

Estos días está de plena actualidad el llamado “lenguaje sexista” debido a la publicación por parte de la RAE de un informe que comenta las numerosas “Guías de lenguaje no sexista” publicadas estos últimos tiempos. El informe pretende poner orden en los diversos criterios pero ha sumido a los medios de comunicación en el escándalo.

Para comprender el profundo “defecto de género” del lenguaje en general, quizá debamos remontarnos al Génesis, pues según él fue Adán, y no Eva, quien dio nombre a todos los seres vivientes.

En castellano el masculino se utiliza para referirse a personas o grupos de género no determinado y también para grupos que incluyen los dos géneros. La norma del español es pues que el mundo es masculino a menos que se demuestre lo contrario.

Hasta hace poco el significado de ‘hombre’ según el Diccionario de la RAE era ‘1. Ser animado racional’ y ‘2. Varón (ser humano de sexo masculino)’, ahora a ‘ser animado racional’ se le ha añadido ‘varón o mujer’, de donde se deduce que cuando leamos que “el hombre actual tiene una esperanza de vida de 78 años” podemos suponer que se está refiriendo tanto a hombres como a mujeres. Sin embargo, siguen en vigor expresiones como ‘hombre de estado’, ‘hombre de letras’, ‘hombre al agua’ u ‘hombre de negocios’.

Una misma palabra es un elogio si se usa para un varón: querido, zorro, fulano, hombre público, un profesional… y un insulto si se usa en su forma femenina: querida, zorra, fulana, mujer pública o una profesional (recordemos el malentendido que se formó cuando el Rey se refirió a la Reina con este adjetivo). Y si algo es fantástico es “cojonudo”, pero si es aburrido es un “coñazo”.

El lenguaje se resiste a imposiciones y tiene tendencia a perpetuar la costumbre. De ahí que por mucho que las distintas guías nos insten a usar expresiones “no sexistas” algunas recomendaciones tienen, en mi opinión, pocos visos de prosperar. El lenguaje irá feminizándose según lo vaya haciendo la sociedad, a nadie extraña ya que haya juezas, doctoras o directivas, aunque “miembras” del Congreso nos ha parecido a la mayoría un poco excesivo y fuera del sentido común.

Pero consolémonos, nuestro idioma no es el único en discriminar en función del sexo, en algunas culturas las restricciones del vocabulario de la mujer con considerables. Entre los cafres del sur de África, la mujer no puede pronunciar muchos de los nombres masculinos de la familia de su esposo, y ninguna palabra que contenga alguna sílaba de aquellos nombres. Hablar se volvía tan complicado para ellas que las mujeres casadas han terminado usando un lenguaje alternativo. Ahora que lo pienso, no sé si es mucho consuelo.

PD. Totalmente de acuerdo con el artículo de Rosa Montero


2 comentarios:

Anónimo dijo...

1.- El enlace del artículo de Rosa Montero no funciona.
2.- ¿Es usted favorable a utilizar los manuales de lenguaje sexista?

Gemma Torres dijo...

Mis disculpas, ya funciona el enlace.
Creo que hay que ser sensible con determinadas expresiones y utilizar siempre el sentido común.