Sesión continua
Ya llevo casi una semana entera sin ir al cine y ya me está entrando mono. Mientras perdemos el tiempo, los proyectores de nuestras salas de cine arden con el celuloide de títulos mal traducidos. Vamos a tener que meter doble turno o algo así para repasarlos todos.
Empecemos con Blood and Chocolate, que se ha convertido en "La marca del lobo". En este caso la rutinaria pérdida de interés que las distribuidoras infligen sobre las películas al cambiarles el nombre puede ser algo bueno, porque he oído que ésta es de las malas. Y lo digo con todo respeto por las familias de licántropos que no tienen presupuesto para disfrutar de secuencias de transformación.
Luego está Chromophobia, un caso más alarmante. Aquí tenemos un título de raíz griega que resulta automática y perfectamente reconocible para los hispanohablantes. Se cambia la ortografía para obtener "Cromofobia", y ya está. Pues no, el filme (que para más inri es de 2005, no se lo pierdan; si las películas tuvieran fecha de caducidad ver ésta nos daría una indigestión) se llama en nuestras pantallas "Alta Sociedad".
Catch and Release, por su parte, es "A vueltas con la vida". Me pregunto si la referencia deportiva del título original habrá originado las "vueltas" del español". También me pregunto si les estaré dando demasiado crédito a los empresarios anónimos al buscar razones para sus títulos.
No se pierdan tampoco A guide to Recognizing Your Saints. Ya hemos hablado aquí de una de las razones válidas para mutilar títulos: los nombres extranjeros que pueden no significar nada para nosotros. Tomen por ejemplo The Prize Winner of Defiance, Ohio, otra peli del 2005 que está hoy en nuestros cines correctamente titulada "La ganadora". Incluso sabiendo que Ohio es uno de los Estados Unidos, no tenemos las asociaciones con las que podía contar el título. Pues nada, la peli de Robert Downey Jr. se llama aquí "Memorias de Queens". Éste es un caso de un título perfectamente comprensible (especialmente para una cultura con santoral) al que no se le quitan, se le añaden los nombres extranjeros.
Ya ven cuánto material. Y todo esto sola y exclusivamente por lo que respecta a las películas que ahora mismo están en cartel. Una cosa está clara: señoras y señores, no sabemos lo que vemos. Por lo menos, no sabemos cómo lo bautizaron sus creadores, los únicos que tendrían que tomar esa decisión.
Menos mal que los empresarios locales sólo pueden traducir los títulos. Si también pudieran mangonear películas, la reflexiva y fascinante Half Nelson igual se habría convertido en en un musical setentero.
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