23 abril, 2007

Cuando los árboles no dejan ver el bosque

Como sabrán mis lectores, me gusta decir que la única manera que tiene uno de hacerse millonario traduciendo es atracar un banco mientras el ordenador pasa el corrector ortográfico. Podríamos decir que ésa es también la única manera de ver a un lingüista en las noticias, pero a veces la prensa nos da buenas ídem.

Esta vez El País Semanal nos ofrece (nos ofrecía, ayer domingo) una larga y fascinante entrevista con Ignacio Bosque, responsable del diccionario combinatorio Redes y de la nueva Gramática. Ninguna de las preguntas es la típica ofensiva sensacionalista sobre cómo hablan las mujeres vs. cómo hablan los hombres, o el lenguaje de las cacatúas, lo que es de agradecer.

16 abril, 2007

Gramática francesa: Ségolène sueña

Hace mucho que no recibo clases de francés, pero no hacen falta muchas para sorprenderse con la imaginación que le echa un corresponsal del Diario Vasco a su artículo, probablemente escrito en español pero con tal acento francés que bien podría llevar su propia boina (¡los estereotipos culturales son graciosos!). Vamos por partes. Las negritas son mías.

«los electores han perfectamente integrado»

En inglés y en francés no pasa nada, pero en español no se puede introducir nada entre un verbo y su auxiliar. Es chocante que algo tan agramatical se haya imprimido y publicado.

«No quiero desmovilizar diciendo que estoy confiada»

¿Qué?

«Se puede muy bien imaginar a los cuatro (Sarkozy, Royal, Bayrou y Le Pen) en un pañuelo y, a partir de ese momento, el orden de llegada es casi aleatorio»

Aquí hay dos cosas. Primero, el sintagma adverbial está estrepitosamente mal colocado, otra vez. Luego está el pañuelo, que probablemente habrá desconcertado a todo el público del periódico. En circunstancias normales yo me habría quedado tan perplejo como el que más, con el poco francés que sé, pero debido a una prodigiosa casualidad resulta que tengo cierta idea de lo que ha pasado. Resulta que en Language Log escribieron hace poco sobre la expresión francesa "dans un mouchoir de poche", que se está usando mucho precisamente para hablar de las elecciones francesas. De ahí que ahora los periódicos de todo el mundo, poco comprometidos con la práctica traductora, se hayan puesto espontáneamente a hablar de pañuelos franceses.

Incluso después de haber leído lo de Language Log seguía sin tener mucha idea de qué quería decir la dichosa expresión, así que me he puesto a buscar. Dice un artículo de fútbol que, en realidad, lo de estar todos en un pañuelo viene a querer decir que están en igualdad de condiciones. La verdad, no me parece tan intraducible como para tener a medio mundo pensando en pequeños cuadrados de tela.

¡Pero no hemos acabado!

«Eso no me ayuda. Pero es el precio de mi libertad», positivó antes de reclamar el voto femenino para escribir una nueva página de la historia de Francia.

Ésta sí que me ha pillado desprevenido. No tengo ni idea de dónde puede haber salido eso. "Positivar" es revelar una película, así que a no ser que la entrevista se realizara en un laboratorio cinematográfico no sé a qué se podrá referir. ¿No tendrá algo que ver con el francés "poser"? Si fuera así, me esperaría a Ségolène Royal posando, en lugar de llevando a cabo operaciones técnicas.

Para terminar, me hace gracia la última palabra del artículo. En algún momento de la entrevista Royal deja de "hablar con esperanza" (que es lo que supongo que querría decir el corresponsal) a quedarse sopa en la silla, porque "sueña".

04 abril, 2007

Apadrina una palabra

A los fans de nuestras categorías "Adopte una palabra" y "Renacimiento" les sonará de algo "Apadrina una palabra", una iniciativa de Escuela de Escritores para evitar que las palabras se extingan. Puede parecer hipócrita que me parezca mal algo tan parecido a lo que hago yo mismo, pero me arriesgaré.

Para empezar, no parece que esta iniciativa para conservar palabras tenga prevista ninguna manera de conservar palabras. Aquí en Cuida Esa Lengua suelo intentar imaginar el uso que se le puede dar al término que añado a "Renacimiento". Sin embargo, de lo que se ve en esta página no se deduce que los organizadores de este concurso de popularidad tengan pensado hacer algo para renovar el uso de las palabras que recojan. Yo sugiero usarlas.

Pero lo más importante es el apocalíptico discurso de siempre. Estoy seguro de que las acusaciones de que vivimos en una sociedad con "pobreza léxica" tendrían algún valor si no se repitieran en todas las épocas de la Historia y en todos los países de la Tierra, pero tal y como están las cosas a mí ya me va sonando cansino. Incluso El País recoge esa perspectiva en su noticia de hoy. Cuando yo sugiero usar una palabra desusada, como "pavitonto", es por el salero de sorprender al prójimo, por la excusa que supone para hablar de la lengua. Es divertido salirse un poco de lo normal y decir "pudibundo" en lugar de "mojigato", pero nada más. No hay un progreso cultural en ese acto.

Ya es bastante pesado que se acuse a cualquier lengua de ser pobre, pero ensañarse además con el léxico es peor todavía. La cantidad de palabras es el quién la tiene más grande de la lingüística. Pista: si se dedica a hablar de una lengua en cifras, es altamente improbable que sea un verdadero lingüista.

El primer problema con la cantinela del número de palabras es que en realidad no sabemos qué son las palabras. ¿"Mesa" y "mesas" son palabras distintas? ¿"Correr" y "corrió"? ¿Qué hay de "mesa" y "sobremesa"? ¿"Contar" y "contabilizar"?

Incluso sabiendo exactamente qué definición de "palabra" queremos usar, ¿cuáles "hay" en una lengua? Estas palabras obsolescentes como "pintiparado", ¿cuentan o no cuentan, si ya no se usan? Entonces, ¿cuáles se usan? ¿Y cómo las medimos?

El resultado es que, incluso poniéndonos de acuerdo y resolviendo todos estos problemas formales, aunque pudiéramos efectivamente obtener un número concreto de cuántas palabras usamos al día o conocemos en total... Ese número no significaría nada. No querría decir que el español es más o menos "avanzado" que el inglés. No querría decir que una persona es más lista que otra por saber más palabras.

El estudio del lenguaje es fascinante de por sí. No hace falta que nadie se invente grandilocuentes estudios para hacer como que nuestra lengua es rica y digna de ser estudiada: ya lo es de por sí, como todas las demás. No necesitamos competiciones númerico-quiméricas para animar un campo que ya tiene muchísimo material verdaderamente relevante.

28 marzo, 2007

El gámbito de la fantasía final

Estamos en una época del año en que todo jugador de videojuegos siente una alteración en la Fuerza: ¡se ha estrenado un Final Fantasy! Este año me dije que no tenía ninguna prisa por agenciarme el FFXII (sí, ya van por el duodécimo), que tenía multitud de cosas de las que preocuparme, así que aguanté la friolera de una semana antes de comprármelo. Era como tener el mono.

Ya he hablado de videojuegos antes, pero era para quejarme de una pésima y burda traducción. Ahora es todo lo contrario.

Me pasó con el X, y me ha pasado lo mismo con el XII: empiezo el juego con la misma actitud con la que empiezo todos los demás, preparado para despotricar sobre las malas traducciones y la falta de esmero, pero luego me doy cuenta de que estoy ante un nivel totalmente distinto de la disciplina. Además de la traducción en sí, la localización es impecable: el equipo de Square se las arregla para adaptar los nombres extraños y para introducir expresiones que hacen que todo suene mucho más fluido y ágil.

Un elemento básico del juego son los llamados gambits en inglés, un tipo de jugada que permite a uno programar a los personajes para que luchen solos. Cuando descubrí que en la versión castellana se había traducido el término por "gambit", me enfadé. Al fin y al cabo, en castellano ya existe "gambito", a menudo escrito y pronunciado "gámbito".

Pero entonces, justo cuando estoy pensando "Huy, de esto me voy a quejar en el blog", descubro que la tienda en la que venden gámbitos se llama "Gambitería". Me encanta. Suena genial y tiene todo el sentido del mundo. Y luego, la tienda de armaduras se llama "Coracería".

El sufijo -ería es muy productivo en castellano, tanto para tiendas (frutería, carnicería) como para nominalizaciones (majadería, chiquillería). ¿Por qué no seguir usándolo? Al fin y al cabo, se están creando tiendas que hasta hace poco no existían, así que de algún modo tendremos que empezar a llamarlas. Por ejemplo, propongo que a las tiendas como The Phone House las denominemos "movilerías".

14 marzo, 2007

Insultos con encanto: Pavitonto

Aquí en Cuida Esa Lengua ya hemos visto varias veces que los insultos con estilo son más graciosos y menos insultantes. Pongamos por ejemplo la palabra de hoy:


¿Es posible ofenderse porque alguien le llame a uno "pavitonto"? Yo me reiría. Me he reídocuando la he leído por primera vez, de hecho, en la traducción española de Tsurezuregusa , edición de Hiperión. El libro en sí, aunque es fascinante, no es para nada tan divertido como las excentricidades de Sei Shônagon. En lugar de ponerse a hacer listas de sus colores favoritos o a poner a parir a todo el mundo (un blog, en resumen) como hace la autora del Libro de la Almohada, Kenko Yoshida se dedica más a meditar sobre la existencia.

De todos modos, la traducción nos aporta esta perla que no parece usar nadie más, si uno se fía de Google. ¿Por qué la Academia no aporta etimología alguna? ¿Vendrá realmente de pavo + tonto? A mí me suena a algo que usaría Tomo de Azumanga.

08 marzo, 2007

Ojos gachones


Nunca había oído esta palabra, ni sabía que "gacha" tuviera otras acepciones que no fueran las del desayuno, pero en la traducción de las jarchas que hemos estudiado sale la expresión "ojos gachones" bastante a menudo. Mirando en Google se puede ver que por lo menos en Internet la palabra sólo se usa en plural y en gran medida modificando "ojos". Parece que se ha cristalizado en esa expresión.

28 febrero, 2007

Reloj con palabras


Mientras algunos agoreros se temen que las palabras están dejando de existir, hay gente por ahí que se dedica a introducirlas donde antes no estaban.

Estaba viendo Geekologie, una página de cachivaches asombrosos (tenemos un equivalente hispánico, pero los cacharros parecen más accesibles y realistas), cuando me he encontrado con este reloj que marca la hora con palabras, no con números. Cada uno que piense cuánta ilusión le hace que en la pantalla del reloj ponga "siete menos veinticinco", pero seguro que a los que estén aprendiendo un idioma les vendría bien la práctica horaria.

Curiosidad filológica aparte, antes me compraría esa maravillosa silla maleable. En serio, qué guay.