10 febrero, 2012

El don de los dioses

La fascinación que desde siempre ha ejercido en el hombre el hecho de ser capaz de hablar ha producido innumerables especulaciones y ha conducido muchas veces a tratar de hallar una solución al problema del origen del lenguaje y al de cuál sería la lengua más antigua del mundo.

En efecto, el interés divino por el lenguaje, el poder que este le confiere al ser humano y la misma conciencia de la diversidad lingüística aparecen en todas las culturas; mitos y leyendas han tratado de explicar su origen, aureolado por su condición de don de los dioses o de un dios creador de todas las cosas. Diversas lenguas han sido consideradas en un determinado momento como el primer lenguaje de la humanidad. Y durante siglos el problema del origen se erigió en el tema central de las discusiones eruditas.

La lingüística del siglo pasado acabó desechando como incompatible con la objetividad científica el problema del origen del lenguaje. Y la Sociedad Lingüística de París fue todavía más allá al prohibir expresamente en sus propios estatutos (1866) que se tratase sobre el tema en cuestión, negándose por tanto a aceptar cualquier comunicación en este sentido. La razón no era otra que, dado que el problema se escapa a la observación científica, toda discusión acerca del mismo no es más que una mera especulación. A partir de este momento el interés de los lingüistas se centraría en el funcionamiento de las lenguas, y no en descubrir cuál había sido el origen del lenguaje.

Desde entonces los intentos de aclaración puramente lingüística se han encaminado en dos direcciones principales:

- hacia el estudio de los pueblos primitivos –que lo son en cuanto a su técnica, pero cuyas lenguas suelen ser muy ricas y evolucionada, por lo que en puridad no se puede hablar de lenguas primitivas-;

- a la reconstrucción mediante métodos comparados de las lenguas de cultura, gracias a la cual se llega a etapas más complejas y no muy separadas de las formas actuales.


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